Como saben, desde niño, siempre fui fan de Superman. Me fascinaba la idea de un héroe que lo tenía todo: fuerza, velocidad, visión de rayos X… pero sobre todo, la capacidad de volar. Había algo en esa imagen de Christopher Reeve surcando el cielo con su capa roja ondeando detrás de él que me parecía simplemente perfecto.
Superman no solo era poderoso, también era honesto, noble, sincero, el superhéroe clásico que simbolizaba lo mejor de la humanidad. No tenía la oscuridad de Batman ni el sarcasmo de otros héroes, solo un ideal puro de lo que significa hacer el bien. Para mí, y para muchos, Christopher Reeve no solo interpretó a Superman, él era Superman.
Pero lo que realmente lo convirtió en un símbolo no fue lo que hizo en la pantalla, sino lo que hizo después de que la vida lo golpeó de la peor manera posible.

El hombre que cayó del cielo
En 1995, Christopher Reeve sufrió un accidente trágico mientras montaba a caballo. Cayó de cabeza y se fracturó la columna vertebral. Quedó paralizado del cuello para abajo y, de un momento a otro, el hombre que nos hizo creer que podía volar ya no podía moverse.
Para cualquiera, un evento así habría significado el final. La depresión, la desesperanza, la sensación de que todo había acabado. Y Christopher Reeve lo sintió. En varias entrevistas admitió que, al principio, quería rendirse, quería morir.
Pero aquí es donde la historia toma un giro inesperado. Porque lo que vino después fue mucho más grande que cualquier película de Superman.
El verdadero Superman
En vez de quedarse en la sombra de lo que había sido, Christopher Reeve se convirtió en una fuerza imparable.
Enfrentó la rehabilitación con una determinación increíble. No recuperó el movimiento, pero se negó a dejar que su condición definiera su vida. En lugar de retirarse, se convirtió en un activista incansable por la investigación de lesiones en la médula espinal, luchando para mejorar la calidad de vida de personas con discapacidades.
Fundó la Christopher & Dana Reeve Foundation, recaudó millones para la investigación médica, dio discursos inspiradores y escribió libros donde hablaba de la importancia de la esperanza y la resiliencia. Nunca dejó de luchar.
Y, lo más impactante de todo, volvió a actuar, volvió a dirigir y, sobre todo, volvió a soñar.
Hombre de acero no es quien no cae, sino quien se levanta
Superman es un personaje ficticio. Puede levantar edificios, detener trenes y volar por el cielo. Pero lo que hizo Christopher Reeve después de su accidente fue la verdadera definición de ser un héroe.
Él no podía volar, pero hizo que otros creyeran en lo imposible. No tenía superfuerza, pero movió montañas con su voluntad.
Y eso me hace pensar en la imagen que todos tenemos de los héroes. Muchas veces los vemos como figuras inalcanzables, perfectas, invencibles. Pero los verdaderos héroes no son los que nunca caen, sino los que se levantan después de haberlo perdido todo.
¿Qué hacemos con nuestra propia historia?
Todos, en algún momento de la vida, enfrentamos algo que nos derriba. Puede ser una pérdida, una enfermedad, un fracaso que nos hace sentir que todo ha terminado. Y en esos momentos, la pregunta que realmente importa no es ¿por qué me pasó esto?, sino ¿qué voy a hacer con ello?
Christopher Reeve perdió todo lo que lo hacía “Superman”, pero en el proceso se convirtió en algo aún más grande: una inspiración real.
Y si algo podemos aprender de él es esto: puede que no podamos volar, pero siempre podemos encontrar la manera de elevarnos.