El estilo evitar: ¿cuándo es útil no enfrentar el conflicto?

En la vida laboral (y personal), los conflictos son como el café: algunos los enfrentan de frente y con energía, mientras que otros prefieren mantenerse lejos de esa “taza amarga”. Si eres de los que evitan entrar en discusiones o te encuentras posponiendo conversaciones difíciles, probablemente tengas tendencia hacia el estilo evitar en la gestión de conflictos. Pero, ojo, que evitar un problema no siempre es malo; tiene su momento y lugar. En este artículo, vamos a explorar qué significa este estilo, cuándo puede ser útil y en qué ocasiones es mejor buscar otra estrategia.

¿Qué es el estilo evitar?

El estilo evitar, según el modelo de Thomas-Kilmann, es básicamente eso: dar un paso atrás y no involucrarse en el conflicto. En vez de enfrentar el problema, decides alejarte de la situación, ya sea ignorándola, minimizándola o posponiéndola para otro momento. Las personas que tienden a evitar los conflictos suelen priorizar la paz y el equilibrio (o al menos mantener las apariencias de estos) sobre resolver de manera activa los desacuerdos.

En pocas palabras, es como decir: “Si no lo miro, tal vez desaparezca”. Spoiler: a veces funciona, pero no siempre.

¿Cómo actúa alguien que evita?

Si te identificas con este estilo o conoces a alguien que lo usa, probablemente hayas notado algunos de estos comportamientos:

      1.  “Aquí no pasa nada”: Suelen negar o minimizar el conflicto, actuando como si todo estuviera bien. Quizás hasta cambien de tema o se rían incómodamente.

      2.  Posponer decisiones: Si hay que tomar una decisión para resolver un problema, la actitud es más bien: “¿Podemos hablar de esto otro día?”.

      3.  Alejarse del problema: Ya sea física o emocionalmente, las personas que evitan tienden a mantener su distancia. Si hay tensión en la sala, ellos buscarán cualquier excusa para salir.

      4.  Priorizar la armonía (aunque sea falsa): La prioridad es evitar confrontaciones, incluso si eso significa ignorar el problema real.

Lo bueno del estilo evitar

Aunque pueda sonar poco productivo, evitar no siempre es algo negativo. De hecho, puede ser una estrategia muy útil dependiendo de la situación:

   •      Para enfriar las cosas: Si el conflicto está muy “caliente” y todos están alterados, dar un paso atrás puede evitar que se digan o hagan cosas de las que luego nos arrepintamos.

   •      Cuando el problema no es tan grave: Hay conflictos que no valen la pena. Por ejemplo, ¿de verdad necesitas discutir con un colega porque usa tu taza favorita?

   •      Concentrarte en lo prioritario: En ocasiones, es mejor no invertir energía en pequeños desacuerdos para poder enfocarte en lo que realmente importa.

Lo malo del estilo evitar

Pero, como todo, este estilo tiene su lado oscuro. Si lo usas demasiado o en el contexto equivocado, pueden aparecer problemas como estos:

   •      Resentimiento acumulado: Ignorar los conflictos no hace que desaparezcan, simplemente los empuja debajo de la alfombra. Y adivina qué… en algún momento, van a explotar.

   •      Relaciones superficiales: Evitar los conflictos puede hacer que las relaciones en el trabajo (o fuera de él) sean más frágiles. Si no abordas los problemas, no estás construyendo confianza ni entendimiento mutuo.

   •      Problemas que se agrandan: Lo que era un pequeño malentendido puede convertirse en una bola de nieve si no se aborda a tiempo.

¿Cómo mejorar si eres de los que evita?

Si sientes que evitar conflictos es tu zona de confort pero quieres gestionar mejor las situaciones difíciles, aquí tienes algunas ideas para dar el siguiente paso:

      1.  Identifica tus razones: Pregúntate, ¿por qué estoy evitando este conflicto? ¿Es miedo a la confrontación, falta de energía o simplemente no lo veo importante? Entender tus motivos es el primer paso.

      2.  Prueba pequeños enfrentamientos: No tienes que lanzarte a resolver grandes conflictos de inmediato. Empieza con desacuerdos pequeños y practica cómo expresarte de forma calmada.

      3.  Define el mejor momento: A veces evitar no significa “nunca”, sino “más tarde”. Puedes posponer un enfrentamiento para un momento en el que ambas partes estén más tranquilas.

      4.  Desarrolla tu asertividad: La comunicación asertiva te ayudará a abordar los conflictos sin miedo y de manera respetuosa, haciendo que los demás también se sientan escuchados.

      5.  Busca apoyo: Si no sabes cómo manejar una situación, busca a alguien de confianza o a un mediador que pueda ayudarte.

Concluyendo

El estilo evitar no es ni bueno ni malo; todo depende de cómo y cuándo lo uses. A veces, dar un paso atrás puede ser lo más inteligente, pero no conviertas el “hacerte el desentendido” en tu estrategia principal. Los conflictos bien manejados son una oportunidad para fortalecer relaciones, mejorar procesos y crecer como equipo.

Así que la próxima vez que te encuentres en una situación difícil, hazte esta pregunta: ¿Estoy evitando esto porque es lo mejor en este momento o porque tengo miedo de enfrentar el problema? La respuesta te ayudará a decidir si es hora de actuar… o esperar un poco más. 

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