El Gran Showman: sueña en grande sin perder el camino

La familia de mi esposa tiene una tradición que, desde que la conocí, me pareció simplemente perfecta: ir al cine en la tarde del 31 de diciembre. Mientras la mayoría de la gente está ocupada con los preparativos de la cena de fin de año, nosotros entramos a una sala casi vacía, sin filas para palomitas, sin prisas, solo con el tiempo justo para disfrutar una buena película antes de recibir el nuevo año.

La primera vez que fui con ellos fue en 2017 y la película que vimos fue El Gran Showman. No esperaba mucho, la verdad. Pensé que sería una película entretenida y nada más. Pero cuando salí del cine, me di cuenta de que había visto algo más que un simple musical. Había visto una historia que, sin darme cuenta, me estaba dejando una lección importante.

He vuelto a ver la película hace unos días y tengo que reconocer que volvió a suscitar los mismos sentimientos y reflexiones de hace unos años. Así que, ahí les van mis comentarios.

El comienzo: un hombre que no acepta límites

Desde niño, Barnum soñó con un mundo más grande del que conocía. No tenía riquezas, ni poder, pero sí tenía visión y una determinación inquebrantable.

Cuando crea su circo, no solo está montando un espectáculo: está desafiando las normas de la sociedad, dándole un lugar a aquellos que siempre fueron rechazados. Su mayor habilidad no es la magia del entretenimiento, sino ver valor en lo que los demás descartan.

Pero aunque el éxito llega, su ambición nunca parece ser suficiente.

El peligro del éxito: cuando nunca es suficiente

El problema de Barnum es que, aunque logra su sueño, su hambre de validación lo sigue empujando a buscar más.Quiere el respeto de la élite, quiere que lo tomen en serio, quiere algo que nunca termina de definir.

A pesar de que tiene un espectáculo increíble y un equipo que lo ve como un líder, su obsesión por el reconocimiento de la alta sociedad lo hace alejarse de lo que realmente importa.

Es aquí donde aparece Jenny Lind, la cantante que representa lo que Barnum cree que le falta: respeto, estatus, aceptación. Pero en su intento de conquistar ese mundo, deja de lado a su esposa, a sus hijas y al equipo que confió en él desde el principio.

Y, como en toda gran historia de transformación, su caída es inevitable.

Perderlo todo para recuperar lo que importa

Cuando su teatro y su circo arden en llamas, no es solo una pérdida económica. Es el reflejo de su propio colapso.

Se ha alejado de su familia, ha descuidado a las personas que más lo necesitaban y ha traicionado la esencia de lo que lo hacía diferente. En su búsqueda por algo más, se olvidó de lo que ya tenía.

Y es en ese momento de ruina total cuando tiene su mayor revelación: su éxito nunca fue la fama ni el dinero, sino la gente que estuvo con él desde el principio.

Aquí es donde la película realmente me tocó. Porque, en cierto modo, todos hemos estado ahí. Todos hemos perseguido algo con tanta fuerza que, sin darnos cuenta, hemos dejado de lado lo que realmente importa.

La redención: volver a empezar desde lo esencial

Cuando Barnum se da cuenta de su error, no intenta reconstruir lo mismo que perdió, sino algo mejor.

En lugar de seguir buscando el reconocimiento de la élite, decide enfocarse en lo que verdaderamente lo hace feliz: el espectáculo, su equipo y su familia.

La escena final lo dice todo. En vez de quedarse en el centro del espectáculo, deja el protagonismo a otros y regresa a casa con su esposa e hijas. Ya no necesita probarle nada a nadie.

¿Soy mi gran Showman?

Esa tarde del 31 de diciembre de 2017, en un cine vacío y sin filas para palomitas, vi una película que me dejó una gran enseñanza. El Gran Showman no es solo una película sobre sueños y espectáculo. Es una historia sobre equilibrio, sobre no perderse en el camino hacia el éxito.

Nos recuerda que:

• Los sueños son importantes, pero las personas que están a nuestro lado lo son aún más.

• El reconocimiento externo nunca es suficiente si no tienes paz contigo mismo.

• El verdadero éxito no es llegar a la cima, sino saber con quién quieres compartirlo.

Ahora, esto nos interpela a todos. A los líderes empresariales que persiguen objetivos sin descanso, ¿qué están dejando atrás en el camino? A los padres que buscan darles lo mejor a sus hijos, ¿realmente lo mejor es trabajar sin descanso o estar presentes para ellos? A quienes luchan por ser reconocidos en su profesión, ¿vale la pena si el precio es sacrificar su bienestar y sus relaciones?

Es fácil perdernos en la idea de éxito que nos vende el mundo, pero El Gran Showman nos recuerda algo esencial: no somos lo que logramos, sino las conexiones que construimos en el camino.

Así que la pregunta queda abierta: ¿Estamos persiguiendo lo correcto? ¿O nos estamos perdiendo lo que realmente importa?

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