Conflictos. No importa cuán pacífico sea el entorno en el que te muevas, siempre habrá desacuerdos o tensiones. ¿Pero qué hace que algunos conflictos se resuelvan rápida y eficazmente mientras que otros se alargan o empeoran? Todo tiene que ver con cómo manejas el conflicto. Y aquí entra el modelo Thomas-Kilmann con una idea simple pero poderosa: existen cinco estilos de resolución de conflictos, y cada uno de ellos depende de dos parámetros clave.
El modelo: dos ejes, cinco estilos
Para entender estos cinco estilos, primero necesitas conocer los dos parámetros que los definen:
1. Asertividad: Este eje mide cuánto priorizas tus propias necesidades, deseos o intereses en un conflicto. ¿Eres de los que lucha por lo que quiere o tiendes a dejarlo pasar?
2. Cooperación: Este eje mide cuánto estás dispuesto a trabajar con los demás para satisfacer sus necesidades. ¿Te importa que la otra persona también salga beneficiada o estás más enfocado en tu propio resultado?
Dependiendo de cuánto combinas asertividad y cooperación, surgen los cinco estilos: competir, colaborar, comprometer, evitar y acomodar.

Los 5 estilos en breve
1. Competir: Aquí priorizas tus intereses por encima de los demás. Es ideal cuando hay que tomar decisiones rápidas o cuando tienes que defender algo crucial, pero no es para todo momento.
2. Colaborar: La meta es encontrar una solución que beneficie a ambas partes. Es el enfoque del “ganar-ganar”, pero toma tiempo y esfuerzo.
3. Comprometer: Un punto medio en el que ambas partes ceden un poco para llegar a un acuerdo aceptable. Rápido y práctico, pero no siempre profundo.
4. Evitar: Das un paso atrás y decides no lidiar con el conflicto, al menos por ahora. Útil cuando el problema no vale la pena o necesitas tiempo para reflexionar.
5. Acomodar: Pones las necesidades de los demás primero. Puede ser un acto generoso, pero si siempre cedes, podrías terminar frustrado o ignorado.
¿Para qué conocer estos estilos?
Saber qué estilo estás usando (y cuándo) no solo te ayuda a resolver conflictos, sino también a fortalecer relaciones y tomar decisiones más inteligentes. No se trata de encontrar el “mejor” estilo, porque no lo hay. La clave está en saber cuál usar dependiendo de la situación.
Por ejemplo, competir puede ser útil en una emergencia, pero desastroso si lo usas en una discusión con tu equipo. Colaborar es ideal para problemas complejos, pero comprometer es mejor si el tiempo apremia. Entender este mapa te da las herramientas para navegar cualquier conflicto como un profesional.
¿Y ahora qué?
Este es solo un vistazo general. En los próximos artículos exploraremos cada estilo con más detalle: cuándo usarlo, cómo sacarle provecho y qué evitar. La idea no es que adoptes sólo uno, sino que aprendas a identificar cuál aplicar en cada situación.
Porque la verdadera maestría está en la flexibilidad.